Qué Delia Fiallo, ni qué Leonardo Padrón. Estos escritores de novelas o culebrones son unos niños de pecho al lado del creador del más grande “reality show” que haya visto este país. Estamos sometidos a un régimen novelero, que día a día nos ofrece un capítulo melodramático y lleno de suspenso, donde nos muestra lo que él quiere que sepamos de sus movidas en el poder.
Así llevamos 12 años, capítulo tras capítulo, en directo o grabados, a través de los dramones dominicales o de las soporíferas cadenas que han hecho del cable un artículo de primera necesidad hasta en el rancho más recóndito del país. Pero la inocencia de los personajes de las novelas rosa ha sido sustituida en esta novela roja por puros villanos que cuentan entre sus glorias haberle robado el tetero al Niño Jesús. Y lo cuentan como una gesta patria. La ordinariez, aberraciones y ausencia de sindéresis solo es equiparable a esos horrendos “reality show” enlatados en el exterior, que muestran las interioridades más feas de los seres humanos, que le meten una cámara a la gente hasta en los momentos más íntimos para luego mostrarlos al mundo desvergonzadamente.
Después de que vimos a Alicia Machado en un reality gallego, haciendo el amor con otro de los participantes a sabiendas que había cámaras por allí, ya la capacidad de asombro había quedado algo agotada. Hasta ahora. Las Kardashian, las conejitas de Playboy, los grandes hermanos y los náufragos, los gordos y los frustrados que vemos como arroz en estos asquerosos programas tienen un feroz competidor: es Presidente, transmite en cadena, lo cubren los medios nacionales e internacionales, tiene billete para mantener el show y un argumento imbatible: “cómo estoy sobreviviendo al cáncer”.
Los días en que descansamos de él, pero con la incertidumbre de dónde estaría metido, qué estaría haciendo y cuándo regresaría, ya pasaron. El momentáneo descanso de la cháchara, el insulto y los destemplados anuncios quedaron atrás para dar paso a un retorno, no sabemos por qué triunfal porque el hombre tiene tanto cáncer ahora como cuando estaba en Cuba. Solo su primera alocución en la isla, seguramente tutoreada por Fidel, guardó la seriedad que el caso ameritaba. Después, comenzó otra vez el bochinche mediático. ¿Por qué no aprovechar esta desgraciada circunstancia y convertirla en una arma de apoyo popular?”, se dijo. Y arrancó el primer capítulo de “Reality Chávez” con su llegada “sorpresiva” y de madrugada para ser más dramático, a un aeropuerto donde estaban todos los Ministros y edecanes rodilla en tierra, con lágrimas en los ojos, agradeciendo a su líder por retornar después de ese abandono al que los tenía sometido y en el cual pusieron todas las tortas que su incapacidad les permitió.
Segunda entrega: el Balcón del Pueblo, con el ídem conmovido por la tragedia de su líder, que sin embargo, tuvo la deferencia de asomarse y hablarles para que los vítores le dieran fuerza a su debilidad. Asido a la bandera nacional, desafinando el Himno, rodeado de hijas solícitas que le indicaban que no debía esforzarse tanto, pronunció el discurso que sería fielmente copiado por los escritores del libreto del desfile del 5 de julio en Los Próceres: “El inicio del retorno”, “El regreso de la oscuridad”; y la aún más gloriosa y electoral ” ¡Viviremos y Venceremos!”. Al siguiente día, continuó el show, con soldaditos y tanques (por eso les digo que los enlatados no tienen nada que buscar ante el despliegue de recursos de nuestro reality criollo), Sukhois, presidentes de países solidarios con el cáncer, digo, con el Presidente y hasta María Corina Machado hizo su papel de villana en este capítulo.
El actor principal, empaquetado y ceremonioso pero desde Miraflores, inauguró una nueva forma de estar sin estar: a pantalla partida, compartió la cadena con este desfile militar. Lo del Bicentenario era un pretexto, en realidad fue una ordalía de adulaciones al jefe de la revolución, que está luchando con un cáncer ante las cámaras de televisión. Nuestro Bicentenario será recordado como la fiesta de una revolución de pacotilla, en cuya cadena nacional aparecían los tweets del Presidente ausente, haciendo los finos comentarios que acostumbra.
Visto el éxito del show, se planificó un capítulo especial titulado “Reunión con la familia”, con el clan de Sabaneta en pleno. El enfermo anfitrión mostrándoles a sus maravillados familiares el Palacio (¿en 12 años ni siquiera los había invitado?), paseando por los pasillos agarradito de la mano de su viejita. Atrás quedaron aquellos tiempos en que ni se podían ver. Un reality para ganar elecciones bien lo vale. Historias melosas de infancia, de juventud. Y vuelve la sobadera de la viejita, los arrumacos con las sobrinas e hijas. Después echó un cuento larguísimo que no entendí mientras la santa viejita (¿no es así que le dicen en los tangos?) se sorbía a cucharazo limpio un helado tintineando a placer la copa. Ah, y todo esto en cadena nacional.
La gente ya está dudando seriamente que el hombre esté enfermo. Apareció dos veces por los predios de la Academia Militar, cosa que no le es difícil porque él vive en Fuerte Tiuna. Pero todo televisado, con discursos patrióticos incluidos. Nuevamente utilizando la magia de las comunicaciones, el Presidente intervino en el aniversario de la Universidad Bolivariana. Igualito que el Fantasma de la Ópera. Pero mejor estuvo el capítulo en que se ejercitó ante las cámaras y cada vez que hacia un movimiento de piernas o de brazos, se auto aplaudía. Y había que ver a la gorda Farías en mono, al Vice también enmonado y sudando tinta, a los funcionarios haciendo rueda y un, dos, tres, arriba. Este tipo sí le está echando un camión, dicen los embelesados seguidores al verlo esforzarse para recuperar la forma física. “Enfermo y todo aquí estoy, trabajando por mi Patria, caracha”.
La última entrega del reality fue estremecedora. El que no lo conozca, que lo compre, decía mi abuela. Los obispos Mario Moronta y Sánchez Porras oficiaron una misa en Fuerte Tiuna para orar por la salud del jefe. Que está enfermo y que en verdad necesita muchas oraciones que lo iluminen. Dijo que se sentía como un monaguillo, porque entre tantas cosas que ha sido, también fue monaguillo. Leyó la carta de un apóstol con cara de santito (él, no el Apóstol) y en ese justo momento recordé sus palabras en el Capitolio Federal: “El cardenal para mí es Mario Moronta, no este indigno Obispo (Jorge Urosa)”, a quien acusó de actuar como un “troglodita tratando de meter miedo al pueblo hablando del comunismo”. “Mientras tengamos esos obispos aquí nos sentimos bien alejados de la jerarquía eclesiástica”. Qué tiempos aquellos. Ahora es diferente, porque se está acordando de Santa Bárbara con el palo de agua en las costillas.
Momento cumbre de la transmisión, fue la Comunión. Ni eso se salvó del show. El Vice se acercó al Obispo Moronta pidiéndole acercarse hasta el enfermo, porque éste aparentemente no podía subir el escalón del altar. Así lo hizo el sacerdote y entonces, rompieron los acordes del Himno Nacional. Confieso que jamás había visto una escena así: el Himno Nacional tocado cuando el Presidente comulga. Pero la tapa del frasco fue cuando le colocaron “el óleo de los enfermos” que el Obispo aclaró que no era extremaunción sino una ayudita divina para que se cure. Allí sí pudo subir el escalón ante la mirada conmovida y arrasada en lágrimas de los presentes. ¡Corten!
Antes de que ustedes continúen con este reality que nos brinda el Gobierno nacional, es bueno aclararles algo sobre el guión:
1) Sí tiene cáncer.
2) No puede aún incorporarse a su agenda
3) El show tiene el clarísimo objetivo de aglutinar la compasión de quienes lo adversan y el fervor cada vez más fanático de sus seguidores
4) Ya que está enfermo, ha decidido aprovechar esa circunstancia para potenciar su imagen con vista a una campaña electoral que no sabe si tendrá que desarrollar en forma mediática. En sus mismas palabras: “Hay que aprovechar esto que el destino nos ha puesto en el camino”.
Los espíritus de la sabana, tan invocados, parecen estarlo siguiendo. Y los problemas del país continúan su marcha desbocada mientras el jinete no tiene la menor intención de incluirlos en su guión. La trama sigue. Este reality promete.
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