Foto de la Galería de Rumba Caracas
Lo que yo estaba pensando se hizo realidad: Un editorial del diario El Nacional sobre una tarde de paseo en Los Palos Grandes, mi entorno, que suscribo completamente:
El llamado provocador y provocante para que se unieran los comercios de la urbanización Los Palos Grandes con los intelectuales y el público resultó esta vez un éxito rotundo que, desde ya, garantiza la continuidad de esta convocatoria abierta y hermosa. Abierta porque la participación activa de la gente en las reuniones y conversatorios fue un elemento permanente y sorpresivo, y hermosa porque desde hace años no sentíamos ese vigor del público en la calle, ávido de cultura y de ganas de encontrarse con los creadores.
Caracas guarda buenos recuerdos de este tipo de actividades durante la democracia en las cuales la cultura tomaba la calle y movía la ciudad en función de las propuestas más atrevidas.
La poesía llegó a concentrar tanta gente en los recitales que se volvió una necesidad inesperada en un país que, según algunos, "no lee".
Pues bien, este sábado en Los Palos Grandes esta afirmación negativa (¿oficialista, acaso?) de que ellos representan al pueblo de Caracas quedó demolida y reducida a cenizas. La gente de todas las edades y procedente de todos los municipios capitalinos se movilizaron en Metro, busetas o vehículos particulares hacia la zona cultural que la alcaldía de Chacao había diseñado con paciencia y sobre la base de la experiencia del año pasado.
La propuesta funcionó, y los ríos de gente caminando en la tarde y la noche sin temor por las calles de Los Palos Grandes transformaron espiritualmente a todos los que acudieron a la cita. Sintieron que era posible recorrer las avenidas sin el temor de ser asaltados y despojados de sus pertenencias. Recobraron ese antiguo placer de apreciar la noche que, con la llegada del régimen militar, ha ido desapareciendo hasta convertirse en una prohibición para toda la ciudadanía.
El hecho de ver ríos de gente caminar tranquilos por la calle en horas de la noche fue un shock general y una lección clara y determinante: los sitios de convivencia en Caracas son posibles y deben ser progresivamente rescatados.
Las personas que acudieron a la convocatoria cultural no sólo sintieron que estaban seguros, sino que se acercaban con escasas barreras a los escritores, músicos, articulistas, artistas plásticos, humoristas y chefs que tanto admiran no sólo por la calidad de sus escritos sino también por su posición valiente y rotunda ante la tragedia política que nos retrocede.
Nada de esto hubiera sido posible sin la increíble voluntad y desprendimiento de decenas de comercios que aceptaron el reto, ofrecieron sus locales para lecturas, escenarios musicales o catas de vino o chocolates, o conversatorios con poetas, narradores y humoristas. Pero la directora de orquesta y la que hizo que todo funcionara bien fue Valentina Maninat, acompañada de una imprescindible mujer de la cultura en Chacao, Diana López.
El llamado provocador y provocante para que se unieran los comercios de la urbanización Los Palos Grandes con los intelectuales y el público resultó esta vez un éxito rotundo que, desde ya, garantiza la continuidad de esta convocatoria abierta y hermosa. Abierta porque la participación activa de la gente en las reuniones y conversatorios fue un elemento permanente y sorpresivo, y hermosa porque desde hace años no sentíamos ese vigor del público en la calle, ávido de cultura y de ganas de encontrarse con los creadores.
Caracas guarda buenos recuerdos de este tipo de actividades durante la democracia en las cuales la cultura tomaba la calle y movía la ciudad en función de las propuestas más atrevidas.
La poesía llegó a concentrar tanta gente en los recitales que se volvió una necesidad inesperada en un país que, según algunos, "no lee".
Pues bien, este sábado en Los Palos Grandes esta afirmación negativa (¿oficialista, acaso?) de que ellos representan al pueblo de Caracas quedó demolida y reducida a cenizas. La gente de todas las edades y procedente de todos los municipios capitalinos se movilizaron en Metro, busetas o vehículos particulares hacia la zona cultural que la alcaldía de Chacao había diseñado con paciencia y sobre la base de la experiencia del año pasado.
La propuesta funcionó, y los ríos de gente caminando en la tarde y la noche sin temor por las calles de Los Palos Grandes transformaron espiritualmente a todos los que acudieron a la cita. Sintieron que era posible recorrer las avenidas sin el temor de ser asaltados y despojados de sus pertenencias. Recobraron ese antiguo placer de apreciar la noche que, con la llegada del régimen militar, ha ido desapareciendo hasta convertirse en una prohibición para toda la ciudadanía.
El hecho de ver ríos de gente caminar tranquilos por la calle en horas de la noche fue un shock general y una lección clara y determinante: los sitios de convivencia en Caracas son posibles y deben ser progresivamente rescatados.
Las personas que acudieron a la convocatoria cultural no sólo sintieron que estaban seguros, sino que se acercaban con escasas barreras a los escritores, músicos, articulistas, artistas plásticos, humoristas y chefs que tanto admiran no sólo por la calidad de sus escritos sino también por su posición valiente y rotunda ante la tragedia política que nos retrocede.
Nada de esto hubiera sido posible sin la increíble voluntad y desprendimiento de decenas de comercios que aceptaron el reto, ofrecieron sus locales para lecturas, escenarios musicales o catas de vino o chocolates, o conversatorios con poetas, narradores y humoristas. Pero la directora de orquesta y la que hizo que todo funcionara bien fue Valentina Maninat, acompañada de una imprescindible mujer de la cultura en Chacao, Diana López.
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